«En
la encrucijada de Rouffiat, hay un desgarrón en la luz, la sombra de una
desesperación. De la misma manera que no se tenía la posibilidad de proteger a
la infancia de la desgracia y del miedo, de los rigores del hielo, del lobo, de
la ignorancia, tampoco se podían tomar en consideración las implicaciones
personales, esas cosas inmateriales, pero en absoluto irreales, que se llaman
sentimientos. La tierra cruel, la precariedad de la vida material, la durísima
ley de las transmisiones no permitían que se siguiera el camino al que el gusto,
un día, empuja a cada cual. Marie V. era hermosa y buena. Sabía perfectamente,
a los veinte años, qué quería. Pero no fue a la derecha, en el cruce, hacia las
alturas donde vivía aquel a quien tenía en alta estima. Fue a la izquierda
hacia donde la arrastraron, pese a sus gritos y sus lloros, para casarla contra
su voluntad. Y cuando dijo no, delante del alcalde, las familias cómplices
ahogaron juntas a su voz, aseguraron, muy fuerte, que era sí lo que había dicho.»
Este
es un párrafo extraído de Un poco de azul en el paisaje, de Pierre
Bergounioux, en el capítulo “Millevaches”, publicado por la Editorial
Minúscula, número 49 de la colección Paisajes Narrados.
La
Corrèze, en el Lemosín, raíces, tocones y ramas de quienes no abandonaron estas
tierras cuyos ríos no conocen el Sena. Bergounioux retorna a su origen desde
ese viaje a la otra parte de la vida que siempre es París. No todas las
infancias son iguales, cada una tiene su adulto que la recuerda a su manera.
Años cincuenta del pasado siglo, tras la guerra ganada, en realidad perdida.
Yo
he recorrido ya en este siglo XXI estas tierras de La Corrèze. El tiempo ha
suavizado lo salvaje, sin llegar a esa conjunción de pradera verde y bosque
breve, de desconfianza y politesse que algunos llaman la dulce Francia.
No he podido reconocer en la lectura esos paisajes lemosinos; yo no he vivido
allí la infancia, me falta ser su gente, su paisano. Para conocer un lugar no
basta visitarlo, hay que haber vivido su pasado, y un poco de presente al
menos. Cuando uno va a visitar un lugar siempre encuentra otro. Eso es lo que
me ha ocurrido con los paisajes y lugareños de Un poco de azul en el paisaje:
pero he revisitado La Corrèze con unos ojos que ahora ya son míos.
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