MAISON NATAL DE VICTOR HUGO (BESANÇON)
Besanzón, en la época del nacimiento de Victor Hugo |
Decidimos
parar —por segunda vez— en Besanzón (Besançon) para ver la fortaleza y
la casa natal de Victor Hugo, pendientes de la última visita. La divisa oficial
del lugar es Utinam, que traducen los franceses como «Plût à
Dieu».
Victor Hugo, en su vejez |
Los
accesos al casco histórico de la ciudad -una península circundada por el meandro del Doubs- estaban en obras, las calles levantadas como en una
revolución, cortadas unas, partidas otras, cerradas las más, desvíos y más
desvíos que dificultaban el dirigirse a lugares concretos. Cruzamos un puente. Las
calles no estaban ya tan solitarias como entonces, pero la urbe aún presenta
esa decorosa, impersonal e indiferente decadencia tan característica de algunas
ciudades francesas, donde los relojes se han quedado sin cuerda, con el tinte
de la grisura especial, ocre y azulada, que le confiere la piedra calcárea de
Chailluz.
Besanzón guarda restos romanos, entre ellos, en un recoleto y escondido parquecillo, las ruinas de un teatro romano; la Porte Noire, un arco del Triunfo romano (erigido en tiempos de Marco Aurelio) que abre la puerta a la apática catedral neoclásica de Saint-Jean (aunque se levantara primeramente como románica en el siglo XII sobre una construcción carolingia del IX). El templo no es gran cosa, pero al menos cuenta con dos órganos, un gran reloj astronómico y el altar circular de mármol blanco con la Rosa de San Juan (el monograma de Cristo con la inscripción, en latín, “Este signo da al pueblo el Reino de los Cielos”).
En aquella primera visita no nos habíamos percatado de la casa Baratte, que así llamaban, por su muy antiguo propietario, al edificio donde naciera el autor de Los miserables. La maison natal de Victor Hugo, sita en la pequeña plaza que lleva hoy día su nombre, está a tiro de piedra y cuesta abajo de la catedral, y vecina de las ruinas románticas del teatro romano.
Besanzón guarda restos romanos, entre ellos, en un recoleto y escondido parquecillo, las ruinas de un teatro romano; la Porte Noire, un arco del Triunfo romano (erigido en tiempos de Marco Aurelio) que abre la puerta a la apática catedral neoclásica de Saint-Jean (aunque se levantara primeramente como románica en el siglo XII sobre una construcción carolingia del IX). El templo no es gran cosa, pero al menos cuenta con dos órganos, un gran reloj astronómico y el altar circular de mármol blanco con la Rosa de San Juan (el monograma de Cristo con la inscripción, en latín, “Este signo da al pueblo el Reino de los Cielos”).
En aquella primera visita no nos habíamos percatado de la casa Baratte, que así llamaban, por su muy antiguo propietario, al edificio donde naciera el autor de Los miserables. La maison natal de Victor Hugo, sita en la pequeña plaza que lleva hoy día su nombre, está a tiro de piedra y cuesta abajo de la catedral, y vecina de las ruinas románticas del teatro romano.
En la recepción nos atendieron muy amablemente, eso sí lo recuerdo bien; se nota que estaban encantados de recibir visitantes. Quizá porque no eran demasiados. Nos entregaron un folleto en español (algo raro en Francia), “Deje que le hable de Victor Hugo”; aún lo conservo, con el cariño con el que resguardamos los momentos gratos. El breve folleto contiene información bien seleccionada, interesante y con muchas fotografías e imágenes ilustrativas (algunas de las cuales reproduzco aquí). Este folleto, él solo, merecía más la pena que la mayoría de los paneles informativos que rellenan la vivienda. Porque podríamos decir que la casa está, Victor Hugo no.
No obstante, es meritorio el esfuerzo dedicado a recobrar la figura de este hijo ilustre: había también grabados, cuadros, libros… que bien merecían detenerse ante ellos. Recorrimos la exposición casi solitarios.
La vivienda,
tal como está montada en su interior, no revive a su personaje a
principios del siglo XIX; pero, a pesar de todo, sí despierta la curiosidad por
aquel que nació en este lugar. Bien es cierto que reproduce la antigua farmacia Baratte que existía ya en el siglo XVIII en la planta baja, y que alguna habitación guarda algo del mobiliario decimonónico y el dieciochesco papel pintado de las paredes. Pero casi todo se plantea como un centro de esos de
interpretación, donde lo que acabas de interpretar es que cualquier parecido
con lo que fue la casa del escritor es pura coincidencia. Mas en absoluto fue tiempo
perdido, a pesar de que cuando visito este tipo de montajes, paneles acá y
allá, me descentro totalmente y mi memoria tiende a la confusión y el
desvanecimiento. Ahora mismo, al cabo del tiempo, todo se me vuelve difuso.
Pero hemos de ser comprensivos: si tenemos en cuenta que Hugo solo vivió poco más de un par de meses en esta casa y en esta ciudad, el trabajo empleado en reforzar su inmortalidad no es escaso ni es en balde. El jefe de batallón Léopold Hugo, padre del escritor, fue destinado a la guarnición de Besanzón en el verano de 1801. El tercer hijo de Sophie Trébuchet, Victor, nació aquí el 26 de febrero de 1802. En abril de ese mismo año, su padre fue enviado a Marsella, y con él su familia. Ese niño ya nunca jamás volvería a Besanzón.
Manuscrito de Victor Hugo |
Pero hemos de ser comprensivos: si tenemos en cuenta que Hugo solo vivió poco más de un par de meses en esta casa y en esta ciudad, el trabajo empleado en reforzar su inmortalidad no es escaso ni es en balde. El jefe de batallón Léopold Hugo, padre del escritor, fue destinado a la guarnición de Besanzón en el verano de 1801. El tercer hijo de Sophie Trébuchet, Victor, nació aquí el 26 de febrero de 1802. En abril de ese mismo año, su padre fue enviado a Marsella, y con él su familia. Ese niño ya nunca jamás volvería a Besanzón.
¿Qué podía quedar de natal en la casa? Incluso no estaba muy claro cuál era realmente la casa Baratte, la verdadera casa donde vino al mundo el escritor. Al parecer había otra en otro sector de la localidad, en la plaza Jean Cornet; y también se hablaba del número 14 de la rue des Granges, donde vivía su madrina, la señora Delelée. En 1845, Gustave Flaubert, el autor de Madame Bovary, decidió visitar la casa natal de Hugo en Besanzón. Fue conducido allí por la misma señora Delelée (no lo olvidemos, la madrina de Victor): Flaubert describió con claridad el número 140 de la Grand-Rue, este lugar, en esta plaza.
El ayuntamiento colocó en 1880 una placa conmemorativa en la fachada: VICTOR HUGO / 26 FEVRIER 1802. Dos siglos después de esta última fecha, el 26 de febrero de 2002, en el segundo centenario de su nacimiento, se ubicó en el edificio una nueva placa de homenaje con la siguiente inscripción del escritor: «Quiero grandes a los pueblos, quiero libres a los hombres.»
Son muchas las frases célebres de Victor Hugo que me han dado que pensar: «Porque debéis saber que la palabra es un ser vivo», «La poesía es todo lo que hay de íntimo en todo», «Nada es más inminente que lo imposible»; pero hay una cita que me gusta especialmente, tal vez porque carezco de ella: «Casi todo el secreto de las almas grandes está en esta palabra: Perseverancia.»
ESTATUA DE VICTOR HUGO, POR JUST BECQUET, EN EL PASEO GRANVILLE |
Caricatura de Victor Hugo con su libro Historia de un crimen (en español en editorial Hermida) |
Al cabo de los años, he sabido que Charles Fourier, Pierre Joseph Proudhon y Charles Nodier, Auguste y Louis Lumière, también son hijos de esta ciudad. Si se conserva la casa natal de Nodier, Besanzón bien merecerá una tercera visita. A pesar del impertinente camarero de un restaurante (el Granville, en la misma place Granville donde escruta a sus paisanos, desde su estatua, la mirada de Hugo), que en el primer viaje se negó a cobrarnos la breve comida con tarjeta de crédito, por ser española. Alors dans Besançon, vieille ville espagnole.
28 de julio de 2017, viernes, visita a la maison natal de Victor Hugo
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